La primera vacuna contra la cocaína, presentada esta semana por científicos de Houston, supone como mínimo una prueba de principio. Demuestra que esta clase de fármacos puede ayudar a los adictos a dejar la cocaína. También es el primer medicamento específico para esta adicción, que ahora se trata con psicoterapia.
Y la noticia es sin duda oportuna, con el consumo de cocaína en un máximo histórico en todo el mundo occidental, y especialmente en España. Pero los resultados del fármaco son modestos por ahora.
Su denominación de vacuna no es del todo incorrecta, pero sí un tanto artificiosa. El producto se basa en los anticuerpos, como las vacunas, pero no previene la adicción, ni reduce el deseo de consumir. Los anticuerpos bloquean la cocaína que encuentran por la sangre, impidiéndola llegar a sus destinos cerebrales. La droga pierde su efecto, y el consumidor no la deja por indeseable, sino por inútil. La vacuna sólo induce suficientes anticuerpos en el 40%
de los pacientes. Esos pacientes lograron abstenerse el 45% de las veces que se analizó su orina. Los que recibieron placebo se abstuvieron el 35% de las veces. La diferencia es estadísticamente significativa, pero seguramente insuficiente para justificar su uso.
El fármaco, por otro lado, sí ayudó a muchos pacientes a reducir su consumo a la mitad. Los autores calculan que el tratamiento duraría dos años. Y se necesitan inyecciones repetidas para mantener el nivel de anticuerpos: en el ensayo han sido cinco en 12 semanas. El nivel más alto de anticuerpos es capaz de bloquear una o dos dosis de cocaína, no más. Los científicos estiman que es suficiente para evitar una recaída en bastantes casos.
Todas esas cifras pueden mejorarse, sin embargo, y hay laboratorios que ya han diseñado vacunas más potentes, capaces de estimular mayores niveles de anticuerpos. Además, es probable que la técnica se pueda aplicar a otras drogas, puesto que todas ellas -con la excepción del alcohol, que es una molécula demasiado pequeña- pueden ser reconocidas por anticuerpos. Cuando lleguen todas estas mejoras, sólo quedará una incógnita sobre la vacuna: ¿quién querrá aplicársela?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 11 de octubre de 2009