Del conjunto de conversaciones grabadas a la trama Gürtel, se desprende la extraña sensación de que en Presidencia de la Generalitat nadie pegaba chapa y que el propio presidente era un muñeco en manos de El Bigotes, el auténtico factótum de la Administración autonómica, con capacidad para influir en el nombramiento de consellers, organizar viajes a Estados Unidos, o arreglar los asuntos de la hermana de Francisco Camps. Así que no es de extrañar que desde que estalló el escándalo y El Bigotes y su empresa fueron apartados de las bambalinas del poder, la sensación de desbarajuste sea absoluta y el Gobierno valenciano aparezca como la quintaesencia de ese "monstruo sin cabeza" del que hablaba Alexis de Tocqueville para referirse a la Administración pública.
Pobre Ric. Tiene toda la razón. ¿Por qué se tiene que comer él solito el marrón? En la misma recepción del 9 d'Octubre, su hermano, el ex ministro Juan Costa, apuntó hacia Camps directamente. Ricardo Costa se ha ido a meditar al Camino de Santiago, pero a esta marcha, si la fiesta continúa, Camps acabará azotándose en el ritual expiatorio de los picados de San Vicente de la Sonsierra.
¿Quién nos iba a decir que el 9 d'Octubre acabaría siendo un funeral? Probablemente, este ha sido el último 9 d'Octubre de Camps como presidente de la Generalitat. El próximo lo celebrará como directivo de Iberdrola, si se cumple el augurio de Pablo Crespo, quien le atribuye una gran amistad con el presidente de la compañía, Ignacio Sánchez Galán. Así que, Dios mediante, además de tener al ex presidente Olivas de directivo bancario y a Zaplana de asesor áulico de Telefónica, los valencianos tendremos también a un ex presidente de directivo de Iberdrola. Eso se llama ofrecer nuevas glorias a España.
El melón sucesorio está abierto. Es la hora del postcampismo. Ricardo Costa es un político torrefacto. El vicepresidente Vicente Rambla ha sido socarrado y a Rita Barberá se le ha chamuscado el bolso. El vicepresidente Juan Cotino está amenazado por el fuego amigo de Sedesa. Queda otro vicepresidente, Gerardo Camps, pero no parece estar muy por la labor. En cualquier caso, si Camps se quitara de en medio y las Cortes Valencianas eligieran a un sucesor, su Gobierno no dejaría de estar marcado por la sombra de El Bigotes y unos avatares judiciales que no parece que vayan a acabarse en un ratito.
Visto la que está cayendo, fue una gran idea introducir en la reforma del Estatuto la posibilidad de disolver las Cortes Valencianas y convocar elecciones anticipadas. Ahora la salida menos mala para el PP es esa: convocar elecciones con un candidato no marcado por la trama Gürtel, confiando en que la larga ventaja que le otorgan las encuestas la revaliden las urnas. Cuanto más tarde Camps en dimitir, tanto peor para su partido, pero sobre todo, tanto peor para los ciudadanos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 13 de octubre de 2009