Una vez más, y desde los mismos lugares y tribunas, un grupo de personas celebra la fiesta nacional con gritos e improperios contra el presidente del Gobierno socialista. Esta actitud nunca se ha exteriorizado, con gritos de contenido estrictamente político partidario, en las de los ocho años que gobernó la derecha en este país. Nos podemos imaginar hasta dónde habrían subido los decibelios si hubiera comparecido un político catalán independentista o un lehendakari vasco nacionalista.
Es lamentable y desolador contemplar cómo este país tira por la borda cualquier oportunidad de solidificar algunos sentimientos comunes, como pueden ser el homenaje a las personas y sus familiares que han perdido la vida en misiones militares apoyadas por el Parlamento español.
Absténgase sesudos comentaristas de justificarlos recordándonos que en eso consiste la libertad de expresión. Muchos hemos luchado para dársela sin que ellos demostrasen demasiado entusiasmo por conquistarla. Sólo les pedimos que la ejerzan durante 364 días y 22 horas y que reserven simplemente la buena educación para estos momentos.
Menos mal que ha surgido una iniciativa liberadora. El próximo año, si se sienten invadidos por nostalgias patrias, vayan al desfile de VivAmérica, allí se encontraran con nuestra verdadera esencia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 13 de octubre de 2009