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CARTAS AL DIRECTOR

Hipatia, ¿filósofa?

La filosofía es un hábito, no una creencia. Cuando ese hábito de reflexionar y cuestionar se convierte en una fuente de felicidad y tiene fuerza expresiva, estamos ante la gran filosofía.

El filósofo no se ata a una creencia, pero ello no lo convierte en un escéptico, pues cada momento y lugar ofrece la oportunidad de elegir lo mejor, ya sea para el bien social o para la inteligencia de la propia vida. Difícilmente el filósofo sentirá la inclinación de convertirse en mártir, aunque no han faltado peculiares excepciones (Sócrates, Hipatia, Bruno), pues sabe que su muerte violenta perpetuará un patrón que habrá de repetirse indefinidamente.

El filósofo precisamente es aquel que ha de frenar ese eterno retorno de lo violento. Sabe que las ideas son para la vida y que morir por ellas es un contrasentido.

Supone usurpar a las ideas el ámbito donde puedan fructificar, impidiendo el hecho mismo de pensar y elegir, desterrando toda oportunidad. En fin, dejarse apedrear o quemar no es propio del filósofo y, aunque nunca faltarán cicutas para las ideas, el filósofo habrá de cultivar, en huerto secreto, la oportunidad para que éstas broten y el barbecho que las haga crecer y dar frutos para la vida.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 15 de octubre de 2009