Cuando oyes hablar en lenguas que no comprendes, siempre parecen sonar más alto, porque oyes sonidos, no mensajes. Cuando hablas en lenguas ajenas te sientes impune para insultar y soltar tacos. En el disco más anglosajón de Shakira sucede esto. La colombiana ofrece su mejor colección de letras —sexuales, desvergonzadas y descacharrantes- y su versión musical más desacomplejada, ochentera e incoherente -del etnoturismo musical al stadium rock, pasando por el electro o la música disco- en un largo que resucita a The Neptunes como productores válidos y confirma que Wyclef Jean no, no puede. Despojada de misticismos y soflamas, Shakira, la cuarta mujer más rica del pop, puede con este álbum hacer más por acercar el siglo XXI a las masas que todas las versiones del iPhone juntas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 16 de octubre de 2009