Gracias al ingeniero aeronáutico Richard T. Whitcomb, fallecido el 13 de octubre a los 88 años, muchos aviones de hoy en día pueden hacer vuelos que superen la barrera del sonido. Él mismo, en sus experimentos en las oficinas de la agencia espacial norteamericana, logró una forma eficiente de almacenar el combustible de los aeroplanos para que pudieran alcanzar una velocidad supersónica. Nacido en Illinois en 1921, hoy la ciencia le venera como un visionario de la aeronáutica.
En 1957, la agencia Associated Press anunciaba: "Un científico aeronáutico predijo hoy aviones comerciales más rápidos que el sonido en la próxima década".
Para ello, en 1951, este ingeniero había diseñado un tanque de combustible especial de peso reducido para facilitar la superación de la barrera del sonido. Hasta la fecha, sin embargo, sólo ha habido dos aviones jet supersónicos para uso comercial: el ruso Tupolev Tu-144 y el Concorde, hecho en Inglaterra y Francia. Los aviones militares, sin embargo, suelen ser supersónicos.
Los avances de Whitcomb en la antecesora de la NASA, la NACA, permitieron diseñar un nuevo avión militar de talle de avispa en 1955. Otro problema, que también resolvió, fue el de las alas. En los sesenta halló que podía colocar unos apéndices "antichoque" en el final del ala, en vertical, para amortiguar el choque de onda sobre el avión y reducir la resistencia. Hoy en día, la mayoría de aviones comerciales cuentan con ese tipo de diseño.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 19 de octubre de 2009