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Análisis:EL ACENTO

Menos especiales

Si Copérnico pudiera viajar al presente, no habría un dato que le dejara más asombrado y perplejo que las dimensiones del cosmos. En su tiempo no cabía en imaginación alguna que el universo pudiera llegar más allá del sistema solar, y las estrellas se veían donde las siguen viendo los niños, pintadas en un cascarón justo detrás de los planetas. Aunque fue el primer ser humano que se dio cuenta de que aquello no podía ser -el movimiento de la Tierra debería darnos perspectivas muy diferentes del cascarón a lo largo del año, y no lo hace-, no pudo digerirlo. La idea que tenía de Dios no le cuadraba con toda esa desproporción gratuita.

Las primeras distancias fiables a las estrellas no se pudieron medir hasta el siglo XIX. Se supo entonces que la estrella más cercana a la Tierra está 7.000 veces más lejos de nosotros que la frontera del sistema solar. Cuando fue patente que la Vía Láctea era una monstruosidad con 200.000 millones de soles, todo el mundo supuso que era la galaxia que llenaba todo el cosmos.

Pero hoy sabemos que vivimos en un arrabal perfectamente vulgar de un cosmos tan enorme que ni la imaginación puede abarcarlo. Y que cada estrella de esa inmensidad es un sol. Y ahora también sabemos que muchos de esos soles tienen planetas girando a su alrededor. Con la recién anunciada detección de 32 nuevos planetas extrasolares por el equipo de Michel Mayor, el pionero de estos descubrimientos, ya suman más de 400, y los astrónomos estiman que "al menos" el 40% de las estrellas similares al Sol tienen planetas en órbita.

Casi todos los exoplanetas descubiertos hasta ahora son gigantes gaseosos tipo Júpiter, pero esto es un sesgo de las técnicas de detección: se han inferido de la observación de su estrella, porque eclipsa su luz al pasar por delante de ella, o altera su posición de forma periódica. Estas técnicas sólo permiten detectar planetas masivos y cercanos a su sol. Pero ya hay en la lista un sistema solar con tres planetas que guardan la misma relación de masa que Saturno, Urano y Neptuno, aunque a mayor escala.

Cada vez somos menos especiales, y la idea de que estamos solos en esa enormidad parece cada vez más absurda. Pero eso es lo que hay, querido Copérnico.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 23 de octubre de 2009