Las democracias, igual que las estrellas, tienden al colapso. La fuerza responsable del colapso de las estrellas es la fuerza de la gravitación; la del hundimiento de las democracias es la fuerza de la corrupción.
Para que las estrellas y las democracias puedan pervivir sin colapsarse, es preciso que existan fuerzas expansivas capaces de contrarrestar la tendencia al derrumbe. Cuando éstas se agotan, la gravitación y la corrupción colapsan sus respectivos sistemas, hasta que alcanzan el tamaño de un puntito de densidad extravagante. Esto es lo que se conoce como agujero negro.
De los agujeros negros que se han formado a partir del colapso de las democracias se saben bastantes cosas, pero ninguna es buena, tal como atestiguan quienes han estudiado su rastro a lo largo de la historia (véanse El malestar de la democracia, de Víctor Pérez Díaz, y todos los libros de historia que se quiera).
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 27 de octubre de 2009