En Soñadores (2003) de Bernardo Bertolucci, el mayo del 68 era el fuera de campo de un ménage à trois en un paradisíaco limbo, temporalmente vaciado de autoridad adulta. El espectador se quedaba con la legítima sospecha de que el veterano cineasta no desaprovechaba la ocasión para coreografiar sus propias fantasías eróticas. En Castillos de cartón, adaptación de la novela homónima de Almudena Grandes, la mitificada -pero, aquí, felizmente despojada de épica nostálgica- movida madrileña es el fuera de campo de un ménage à trois empapado en sudor frío sobre un telón de fondo de paredes desconchadas. Nadie podrá acusar al cineasta de aprovechar la ocasión para liberar a su sátiro interior: a pesar de que su película no juega a la elipsis, queda claro que lo que está en juego no tiene que ver con los cuerpos -ni siquiera con el sexo-, sino con dolorosas negociaciones emocionales, con lazos que se saben efímeros, con heridas espirituales de diversa índole... Castillos de cartón es una de las películas menos sexuales con más sexo que este espectador recuerda haber visto y, por supuesto, tras la aparente paradoja, hay un propósito loable de nadar contra la inercia y el lugar común y, también, una clara conciencia de saber exactamente qué se quiere contar.
CASTILLOS DE CARTÓN
Dirección: Salvador García Ruiz.
Intérpretes: Adriana Ugarte, Biel Durán, Nilo Mur, Pepa Pedroche.
Género: drama. España, 2009.
Duración: 95 minutos.
García Ruiz parece haber encontrado su toque personal en cierta ataraxia
García Ruiz parece haber encontrado su toque personal en una cierta ataraxia, en un programático vaciado de toda pasión, que es, al mismo tiempo, virtud y punto débil: su cine se mantiene en los márgenes de una corrección más o menos académica, pero, en cada una de sus películas, se aprecia la discreta, inteligente y nada exhibicionista solución a un problema que otros directores ni siquiera se hubiesen planteado. Por esa misma naturaleza, cine de García Ruiz no parece llamado a espolear pasiones. En una escena del filme, el extrañamiento de la excepcional Adriana Ugarte se ve sostenido por el sonido del televisor, que emite una película de terror: buen ejemplo del toque García Ruiz que la resolución de la escena, cuando Biel Durán y Nilo Mur se manifiestan a su lado, empaña un poco.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 30 de octubre de 2009