Recordar, desenterrar a los muertos es una cuestión de piel. De regenerar los huesos que inundan esas fosas anónimas, de cerrar heridas para no reabrirlas, de volver a revestir el olvido de dignidad. Con ese propósito, José Luis Peñafuerte, estrenó ayer en la Seminci de Valladolid Los caminos de la memoria, la primera gran película surgida al amparo de la Ley de Memoria Histórica.
La llegada del Guernica a Madrid y su instalación en el Casón del Buen Retiro se fijó en la historia como uno de los espectáculos político-culturales más pintorescos y escandalosos de la transición. Corría 1981. Aterrizó en "España en un régimen monárquico, protegido por la Guardia Civil, siendo Calvo-Sotelo presidente del Gobierno y un cura director del Museo del Prado".
J. RODRÍGUEZ MARCOS | Madrid
Entre dos puentes, en medio de un río, en una estructura blanca sin techo, se cuenta y no se cuenta una historia. Tal vez la de una generación que olvidó su utopía, la de un viaje a todas partes y a ninguna o la de un hombre perdido en la solitaria frontera que separa la ficción de la realidad.
Un veterano en esto de recibir premios Nacionales se llevó el galardón en la categoría de Historia de España. La llamada sonó a las 13.00 en el domicilio de José Antonio Escudero (Barbastro, Huesca, 1936), catedrático emérito de la UNED y coordinador de la obra colectiva El Rey. Historia de la Monarquía (Planeta).