Puro entusiasmo. Eso es Diego Balmaseda. Cuando sólo llevaba un par de horas en la sede de Vodafone, ya estaba emocionado. Para rematar, su jornada como consejero delegado acompañando a Francisco Román, el auténtico consejero delegado de la firma de telefonía en España, coincidía con su cumpleaños. "Le preguntamos unos días antes si prefería cambiar la fecha, para disfrutar del día con amigos o familia. Nos dijo que no, que pasar el día aquí era el mejor regalo que podía imaginar", recuerdan en la firma.
La primera sorpresa le llegó a Diego a primera hora del día. Asistió a un desayuno entre Román y una quincena de empleados. Según explican en la empresa, es algo habitual que se hace periódicamente. Los empleados se apuntan y se hace un sorteo. Quince comparten mesa con el consejero delegado y le ponen al día sobre los pormenores de la compañía. Hay mandos medios, hay vendedores de tienda y hay administrativos. En la sala, Román, sin chaqueta y con la camisa remangada, escuchaba atento. Al terminar, Diego resumió sus sensaciones en una sola: "Le llaman Paco. Le tutean. Eso ya me parece increíble. Me esperaba algo frío, más institucional. Pero resulta que le interesa hasta lo que tenga que decir el último empleado". A Diego, Román ya se lo había ganado. Y eso que no tiene muy claro si su futuro está en la empresa. Estudia Derecho y Administración y Dirección de Empresas. "Y aún no sé por qué decantarme. Para eso estoy aquí", explicó. "Yo veo lo que viene en el futuro con optimismo. Las nuevas generaciones son más abiertas, con una visión más internacional, con mayor capacidad de crear redes", razonaba Román. "Lo mejor de la empresa", le explicaba convincente, "es que hay que trabajar en equipo, y al mismo tiempo, compitiendo. Conseguir que un consumidor esté dispuesto a pagar por lo que haces es una sensación inigualable". Diego asentía, aún más entusiasmado.
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* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 8 de noviembre de 2009