El bar Garabatos trae a los vecinos por la calle de la amargura. Siempre está abierto. Siempre con la misma clientela sórdida, cuenta una vecina, que pide no dar el nombre para "evitar problemas". Así, con la persiana echada y el cartel roído, impresiona poco el after-hours de la calle de José Picón, en el barrio de Guindalera (Salamanca). "Es la primera vez que lo veo cerrado a esta hora", cuenta la mujer al filo de las dos de la tarde. Cerró porque ayer hubo un tiroteo dentro, a plena luz del día. A las 11.30 un hombre sacó un arma con la que disparó dos veces, según una portavoz de la Jefatura Superior de Policía. Al menos uno se oyó desde el bloque de pisos situado encima del Garabatos. "Oí un boom muy fuerte", corrobora la vecina sin nombre.
Fernando C., de 52 años, sacó el arma para proteger a una camarera con la que se estaba metiendo otro cliente, según la versión policial. Era el marroquí Mustapha H., de 28 años, al que le alcanzó uno de los disparos. Acabó con una herida de bala en el costado izquierdo. Le atendió el Samur a las puertas del local. Salió en camilla, consciente y orientado. Lo trasladaron con pronóstico grave al hospital La Paz, donde ayer por la tarde fue operado.
Los demás clientes del local retuvieron al hombre que sacó el arma y disparó hasta que llegó la policía, que acordonó la zona. "Nos pidieron que no entráramos ni saliéramos, vimos la operación desde la esquina del colegio", explicaba después Agustín Paz, profesor del Colegio de Politólogos situado a dos números del after-hours del que, corroboraba, "entra y sale gente a cualquier hora del día".
Los médicos del Samur también atendieron al supuesto agresor, que tenía la nariz rota. Su lista de antecedentes es amplia, según la jefatura policial: tráfico y tenencia de drogas, robo con violencia e intimidación, robo con fuerza y otro por reclamación (no presentarse ante el juzgado).
El Grupo VI de la Brigada Judicial del Cuerpo Nacional de Policía inició ayer la investigación por lo ocurrido en el local, que cuenta con varias inspecciones previas relacionadas con drogas, según fuentes del caso. "No nos pilla de sorpresa", protestaba la vecina. Cuenta que, antes de ser un after, el local funcionó unos años como prostíbulo. Los vecinos acumulan protestas en la junta municipal de distrito. Desde su ventana, añade, han visto peleas con navajas, "trapicheos con drogas" y problemas de ruido, ya que los clientes del Garabatos salen a la calle y también al patio interior del edificio, al que se accede directamente desde el local. "A ver si después de esto lo cierran", pide la mujer.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 15 de noviembre de 2009