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Análisis:EL ACENTO

Kafka a la intemperie

Salir de vacaciones y encontrarse a la vuelta con la casa desvalijada se ha convertido en una experiencia menor frente a la aventura que viven Josep Mediñà y Antonia Veredas, un matrimonio de Barcelona. En verano, hace ahora 16 meses, se tomaron unos días de descanso. Pero sus planes de reposo, idénticos a los de incontables parejas, fueron repentinamente interrumpidos por la llamada de un conocido.

Tal vez se tratase de una alucinación provocada por las altas temperaturas veraniegas, quizá acentuadas, según los expertos, por los efectos de un galopante cambio climático, provocado por los gases de efecto invernadero; pero daba la impresión de que había alguien en la casa, en su casa. El matrimonio Mediñà regresó precipitadamente a Barcelona, seguramente sintiéndose parte de las estadísticas de asaltos a viviendas y haciéndose cábalas sobre el destino de los objetos de valor o los recuerdos familiares que al marchar habrían guardado en los rincones más secretos.

En esta ocasión, sin embargo, las estadísticas fallaron por el lado más inverosímil. No sería la pérdida de los objetos de valor ni los recuerdos familiares lo que el matrimonio Mediñà lamentaría al llegar a Barcelona, sino la de los propios rincones más secretos en los que los habían guardado. Y, junto a los rincones más secretos, también los más diáfanos: los intrusos no se habían apoderado del contenido, sino del continente. Es decir de su vivienda de alquiler en un bloque de pisos sociales en el céntrico barrio del Raval barcelonés.

Los entresijos judiciales a que dio lugar la denuncia que interpusieron exigirían invocar a Kafka de inmediato, con decisiones judiciales tan inexplicables como la de proteger a los nuevos ocupantes frente a los antiguos inquilinos. Eso es precisamente lo que ha hecho el magistrado Carlos Tortras al suspender en octubre el desalojo de los okupas "por su precariedad económica".

Pero dejarse llevar por el tópico es la peor concesión que se puede hacer en la descripción de cualquier hecho. Entre otras razones, porque, si se invocara a Kafka en este caso, daría la impresión que el matrimonio Mediñà sólo se enfrenta a un laberinto judicial, como les ocurría a los personajes del escritor checo. En realidad, el problema, la pesadilla, es que se encuentra a la intemperie.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 22 de noviembre de 2009