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AL CIERRE

Sueños

Los sueños son para soñarse. Nada más violento, ni más anticlimático, que nos interrumpan una novela o película para contarnos un sueño; porque el sueño es esa parte de la vida que transcurre al margen de la realidad y, por consiguiente, también al margen de la ficción que es, cuando nos hallamos sumergidos en ella, la realidad, ni más ni menos. Estos sueños dentro de una obra de ficción son violentísimos, lo es incluso aquel pasaje onírico delirante, de gran altura surrealista, que creó el divino Salvador Dalí para la película Recuerda, de Alfred Hitchcock, en la que actuaban Gregory Peck muy flaco, y la perturbadora Ingrid Bergman, muy buena. Pero nada peor, en materia de sueños que interrumpen violentamente una obra, que los sueños de Tony Soprano, ese gordo entrañable y simultáneamente terrorífico, amo y señor de la mafia sentimental, al que sus guionistas ponían a soñar una torpe imaginería para rellenar el capítulo, cada vez que se les acababa la inspiración. Para tener sueños lo deseable es estar dormidos, y para dormirse hay infinidad de técnicas, como esa de contar del cien al cero, o esa otra más florida de ir contando ovejas hasta que nos venza el sueño, que puesta al día sería así: ir contando las chicas que entran a una jaima, para ser adoctrinadas por Muammar el Gaddafi, hasta que nos venza el sueño.

Y hablando de técnicas floridas para alcanzar el sueño, hay una que sugiere una fornida personaja de La vida breve, esa novela soberbia de Juan Carlos Onetti, que experimenté hace unas noches, durante un periodo de insomnio, con extraordinarios resultados; la personaja es una vasta prostituta que, en lugar de contar ovejas, se pone a pensar "que está lloviendo en un monte y debajo de las hojas podridas en el suelo hay un espejito roto y un cortaplumas todo ferruginoso". El remedio es de una flagrante excentricidad pero funciona, yo lo probé la otra noche, como he dicho, para combatir un insomnio pertinaz y, en cuanto visualicé el cortaplumas todo ferruginoso, me quedé profundamente dormido, soñando que era una vasta prostituta, pero eso ya es otra historia.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 23 de noviembre de 2009