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COLUMNA

Tráfico anómalo

En la capital de La Plana se identificaba antaño la actual Plaza María Agustina y su entorno con El Toll, el charco o lavadero donde las campesinas lavaban la ropa y colgaban la colada. Por allí pasaba, y pasa ahora cubierta, la acequia Mayor de la margen izquierda del Mijares. Hasta hace poco más de un lustro, la plaza, uno de los puntos neurálgicos de la ciudad tenía un sentido circulatorio a la izquierda, es decir, los conductores circulaban por la misma como si estuvieran viviendo en Glasgow u Oxford. La peculiaridad británica de la capital castellonense dejaba perplejo a más de un forastero, aunque los autóctonos se habían acostumbrado a esa singularidad en el tráfico. Hubo y hay todavía algunos ciudadanos que lamentan que se eliminara tal singularidad, que consideran como una tradición urbana propia. Y es que, como indican los ancianos de la aldea, los humanos somos animales de costumbre, aunque la costumbre sea una anormalidad.

Quizás por eso, porque se quiere evitar la consolidación de una anormalidad que se va afianzando como costumbre, y para que la imagen de los cargos públicos que administran nuestros impuestos quede lo más limpia posible de polvo, paja y corrupción, el presidente de los conservadores Mariano Rajoy propugna, aun cuando un pelín tarde, una serie de medidas que atajen desaguisados y devuelvan a la vida pública una cierta dosis de dignidad. Habla el líder del PP de prohibir regalos costosos, incluidos los de corte y confección; habla también de no concertar contratos mayores ni menores en un mismo grupo empresarial; de regular los procedimientos de adjudicación de contratos; de impedir mociones de censura y transfuguismos parejos que esconden negocios oscuros; de comisiones en los ayuntamientos, presididas por la oposición, que vigilen las contrataciones y un etcétera de medidas para que la circulación en la vía pública recupere claridad y nitidez. Para que la anormalidad no se convierta en costumbre como el tráfico británico en la castellonense Plaza de María Agustina.

Las razonables y nuevas, aunque tardías, normas de circulación del líder del Partido Popular, han tenido una buena acogida en las filas socialdemócratas del PSOE valenciano con Alarte a la cabeza. Al fin y al cabo es harto conocido que la circulación anormal afecta a todos, a cartagineses y romanos, y que la circulación sensata mejora la imagen de unos y otros. Y, naturalmente, evita el hurto en las arcas públicas y beneficia por tanto a todo el vecindario. Así que, si un 23 de noviembre de 2004, se empezó en María Agustina a girar por la derecha, hoy mismo podría empezar el vicepresidente de la Diputación de Castellón Francisco Martínez a explicarnos cómo funciona la dedocracia que permite colocar a deudos y parientes, sin más, como consejeros de las cajas de ahorros provinciales.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 23 de noviembre de 2009