¿Por qué no invertir el ciclo de concentración de la riqueza que se ha producido con las políticas ultraliberales y neoconservadoras, que han empobrecido a la mayoría de la población y atascado la economía? ¿Por qué el Estado no compra, con criterios selectivos, parte de las hipotecas atascadas en los bancos y las convierte en contratos de arrendamiento, al menos temporalmente, liberando así a las familias próximas al desahucio y descargando los activos de los bancos, permitiendo, de esta manera, relanzar la economía y el crédito? Mejor aliviar el activo de los bancos que prestarles dinero.
Y ¿por qué no, a la vez, bajar temporalmente los impuestos a los que tienen menos recursos? ¿Por qué ponerse en manos de un capitalismo financiero internacional que no duda en trocear y abandonar las empresas nacionales?
¿Por qué no defender un capitalismo más nacionalista, más patrimonial y un Estado más capitalista, buscando un punto medio? ¿De qué nos sirve un Estado privatizado y empobrecido, sin capacidad para sacarnos de apuros.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 23 de noviembre de 2009