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CARTAS AL DIRECTOR

'El cónsul de Sodoma'

Aún no se ha estrenado la película de Sigfrid Monleón El cónsul de Sodoma y ya ha saltado la polémica sobre la "herencia emocional" del poeta Jaime Gil de Biedma. Como en el caso de Lorca, Jaime, además de poeta y homosexual, pertenecía a una familia de cierto ringorrango que no siempre se siente a gusto con las inclinaciones sexuales del ilustre familiar.

En mi opinión, los poetas deberían ser considerados como patrimonio universal de la humanidad y los derechos de autor no deberían ser hereditarios, pero eso es otra historia. Federico y Jaime amaron y desearon a otros hombres y así se refleja en su obra, veladamente en el caso de Lorca y de forma muy explícita en la de Gil de Biedma. Yo, como maricón que también ha amado y deseado a otros hombres, reclamo mi parte de la herencia, que incluye el derecho a conocer detalles y circunstancias de la vida y de la muerte de ambos poetas, con quienes por razones tanto artísticas como personales tengo todo el derecho a identificarme.

No he tenido todavía el privilegio de ver la película, aunque sí el de participar modestamente en el rodaje.

Cada cual dará su opinión sobre el valor cinematográfico del filme, pero sentirse ofendido por el número de calzoncillos, de penes erectos o de nalgas filipinas que puedan aparecer en la pantalla es ridículo a estas alturas.

Ya hemos padecido muchos siglos de ocultamiento, eufemismos y persecuciones por el "amor que no osa decir su nombre". Es hora de llamar a las cosas por su nombre, mal que le pese a algunos.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 26 de noviembre de 2009