Sin fastos ni ceremonias, con un ritual tan prudente como discreto, el escritor Francisco Ayala se reunió con la tierra en la ciudad que lo vio nacer. Fue el martes, cuando sus cenizas se fundieron con las raíces de uno de los limoneros del Alcázar del Genil, sede de la Fundación Francisco Ayala. "Se hizo como él habría querido, quería volver a Granada y quedarse en este lugar para siempre", explicó ayer su viuda, Carolyn Richmond (en la foto junto al limonero; tras ella está la consejera de Cultura, Rosa Torres). La intimidad que rodeó el acto fue, según Richmond, un gesto hacia el carácter del escritor, que nunca quiso molestar a nadie.
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* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 4 de diciembre de 2009