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COLUMNA

Las causas justas

De la primera consejera de la Generalitat, la escritora Pilar Pedraza, aprendí (entre otras muchas cosas) que la autoridad no está obligada, ni debe ni necesita manifestarse por las calles para defender sus causas justas. Por eso sorprendía grandemente la presencia de altos cargos (incluida la titular de Justicia) el 25 de noviembre, en la cola de la marcha contra la violencia machista que recorrió el centro de Valencia. Con pancartas pinzadas por muchos directores generales, pero tras las cuales no desfilaba prácticamente ninguna "tropa", descubrimos una súbita, sospechosa, y bastante onanista, fiebre reivindicativa. Ya es rizar el rizo de la incongruencia o del cinismo: denunciar en público un problema contra el que no estás desarrollando medidas eficaces, tú que puedes. Porque esa misma mañana se publicaban las quejas de la Fiscal delegada de violencia sobre la mujer. Denuncia Rosa Guiralt, y las organizaciones feministas, que los recortes presupuestarios están afectando las políticas sociales y que la ley no se aplica: ni siquiera se ha creado un juzgado específico, en la educación "se está en pañales", no se facilita trabajo a las maltratadas ni moratorias para las hipotecas...

Una no se imagina al Papa prendiendo en la mitra un lazo rojo en prevención del sida, a Rita Barberá concentrándose por El Cabanyal, a Karzai en favor de las afganas, a Font de Mora contra los barracones, al rey de Marruecos clamando justicia para Aminatou Haidar y el pueblo saharaui, a las petroleras firmando contra el cambio climático, a Díaz Ferrán defendiendo la dignidad salarial, a Netanyahu en huelga de cordero por los derechos palestinos... Es decir, que hay "activismos" intrínsecamente contra natura. Algunos incluso afectan a las televisiones, como cuando Tele 5 dice volcarse cada mes en una causa y luego su programación tritura todos los valores que parecía respaldar con las palabras (de TVE es justo decir, en cambio, que este año se ha portado en torno al conciencia-2 contra la violencia de género).

Sobre las buenas causas en general, habréis notado que cada vez con más frecuencia se requiere de la población de a pie (y navegante en Internet) que avale protestas, llamamientos, repulsas y manifiestos. Así que tú vas y firmas, y hasta lo difundes entre las amistades. Bien está, cuesta poco aunque previsiblemente sirva para menos. Pero quien dispone de mando en plaza no se puede permitir el lujo de suscribir y no hacer: el poder dispone de instrumentos y, como advertía la sabiduría popular de mi maestra de primaria (poco sospechosa de rojerío), "obras son amores, y no buenas razones".

PD. Felicidades a los médicos, guardias y periodistas "de urgencias" por las magnas chapuzas en el caso de la niña muerta y el asesino inocente.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 4 de diciembre de 2009