Mientras asisto al encarnizado debate, más político que legal, sobre si la letra de la Constitución actual sostiene o no la realidad de lo que es Cataluña, me vienen a la memoria otros pasajes de nuestra Ley Fundamental que no suelen suscitar mucho interés pero que, al incumplirse constantemente, la degradan.
El artículo 16 garantiza la libertad ideológica y religiosa y el 14 prohíbe cualquier discriminación por estas causas. Como ateo practicante, considero una equivocación los cultos divinos, aunque, como demócrata, me ofende que se vulneren los derechos individuales y colectivos, más aún los de las minorías.
En la Sevilla donde vivo, a cientos de musulmanes se les niega la posibilidad de construir su mezquita -con financiación privada, sin necesidad de subvenciones públicas- por el rechazo vecinal, la complicidad municipal y la desprotección del resto de las administraciones públicas del Estado.
Propongo celebrar estos días el 31 cumpleaños de nuestra joven Constitución criticando el referéndum suizo. Ser hipócrita siempre resulta más cómodo que "... establecer una sociedad democrática avanzada y colaborar en el fortalecimiento de unas relaciones pacíficas y de eficaz cooperación entre todos los pueblos de la Tierra..." (Preámbulo Constitución Española).
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 7 de diciembre de 2009