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AL CIERRE

"Ya están aquí"

La tele nos da miedo. Y el cine de terror se ha esmerado en demostrarlo. La llegada a nuestras salas de Paranormal activity es el último capítulo de una saga que empezó hace 20 años bajo el lema Vale, los vampiros no existen, pero en el salón de tu casa hay algo peor.

La primera víctima fue la niña rubia y angelical que hacía tertulias con la carta de ajuste en Poltergeist. Una escena clave de la película retrata al matrimonio americano de los años ochenta: mamá fuma un porro mientras papá lee la biografía de Reagan. Los estertores de los locos años sesenta dejan paso a inmobiliarias que especulan con cementerios. Los muertos tratan desesperadamente de comunicarse con los vivos y el único camino que encuentran es la televisión, porque es lo único que toda la familia está viendo.

El proyecto de la bruja de Blair y Rec dieron el paso siguiente, el que correspondía a un mundo globalizado. En estas películas, el horror no está en la pantalla. Ojalá así fuera y pudiésemos apagarlo con sólo pulsar off. Pero es peor porque es real. Y está ahí afuera, en el bosque, en el barrio del vecino. El mundo es un lugar peligroso. Lo más seguro es que vaya otro y lo filme por ti.

Y sin embargo, comparada con Paranormal activity, la casa del vecino está reconfortantemente lejos. Porque en esta película, el miedo está en tu casa, en tu cama, dentro de ti. Y la filmación no sólo lo registra: lo activa. El demonio que acosa a la protagonista se excita cuando se enciende la cámara, actúa para ella, se manifiesta para los focos, como un concursante de Gran Hermano o un político.

Vivimos en un mundo lleno de pantallas. Las tenemos en los aeropuertos y las tiendas, en el trabajo y en la casa. Los políticos gobiernan para el teleobjetivo. Una buena foto vende más que una buena ley. Lo que no ve la cámara no existe. Y Paranormal activity invierte las premisas: si le pones una cámara a algo, aunque no exista, se pondrá a existir.

No sé cuál será la siguiente secuela de esta serie, pero me da mucho miedo averiguarlo.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 10 de diciembre de 2009