El Gobierno británico ha decidido gravar con un 50% de impuestos los bonus de los banqueros que superen los 28.000 euros, obteniendo con ello de paso unos 550 millones de euros de recaudación. Del mismo modo que las personas pueden no tener la razón de su parte y sin embargo decir verdades, el evidente electoralismo de la medida no anula lo acertado de la misma. Los incentivos en este ámbito funcionan, como demuestra el hecho de que la mayoría de bancos estadounidenses ya ha devuelto las ayudas públicas recibidas recientemente, para así poder decidir de nuevo las remuneraciones de sus ejecutivos con libertad.
Desde la banca británica se vuelve a hablar, como era de esperar, de la posible fuga de talentos a Suiza. Falta imaginación. Se han concedido ya demasiados premios a economistas que han puesto de manifiesto que las consideraciones económicas no lo son todo en las decisiones humanas, como para obviarlo ahora.
Pero, aún más, si un gestor de fondos cuya excesiva agresividad puede acabar pagando el contribuyente algún día decide mudarse a Suiza para ganar, digamos, 100.000 euros más sobre los, digamos, 500.000 euros que cobra, como británico yo más bien lo lamentaría por los suizos, pero no por mí. No olvidemos que lo que se busca es la estabilidad financiera a largo plazo. Que se queden los prudentes y los que no sólo piensan en el dinero. Dejemos el talento para los más osados.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 14 de diciembre de 2009