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COLUMNA

Examen al portero de discoteca

La Generalitat evalúa a los encargados de vigilar el acceso en locales nocturnos - Los aspirantes crecen con la crisis

La imagen que se suele tener del portero de discoteca es la de un tipo grande y con cara de pocos amigos. A muchos de ellos se les vio ayer escribiendo aplicadamente en la Universidad Politécnica de Valencia, lugar elegido por la Consejería de Gobernación para examinar a los candidatos. Una novedad que las comunidades autónomas aceleraron tras la muerte, hace un año, de un chaval a manos de tres porteros en una discoteca de Madrid.

La prueba es un avance: las bases excluyen a los condenados por delitos contra las personas y el patrimonio, y exigen tener el graduado escolar.

Pero en opinión de algunos examinados resulta insuficiente. "Está bien que pidan un mínimo nivel educativo. Pero deberían exigir más formación sobre cómo tratar con un desequilibrado, en primeros auxilios, en medidas contra incendios... Y eso que en este examen han subido el nivel. En junio una de las preguntas fue: 'si viene alguien con un cuchillo clavado, ¿qué tienes que hacer: quitárselo, terminárselo de clavar, o llamar al 112?", cuenta Clara Cubells, 24 años, valenciana, pequeña, y decidida. "Y no, no hay muchas porteras. Generalmente, los empresarios no contratan a una mujer aunque tenga formación. Prefieren un tiarrón aunque no tenga dos dedos de frente. Buscan alguien que imponga, y ahí está el origen de muchos problemas".

"Los empresarios prefieren un 'tiarrón' sin dos dedos de frente"

Entre los 209 aspirantes había quienes, como Antonio Sánchez, madrileño de 21 años y cara de haber visto muchas madrugadas, llevan una vida metidos en esto. Empezó a los 14 en el turno de tarde y no espera grandes cambios: "creo que seguirán trabajando básicamente los mismos. El mundo de la noche o te gusta, o no te gusta".

Pero también tipos como Gerardo Zulueta, titulado en Ciencias Empresariales, que casi gana lo mismo de encargado de compras en una constructora de lunes a viernes que vigilando la puerta de un bar el fin de semana. O como Federico Pérez, de 52 años y 12 de camarero, al que un día la empresa le invitó a cambiar de puesto de trabajo: "Como no tenía otra cosa, dije: 'pues bueno". ¿Alguna pregunta difícil? "El examen era fácil, pero había alguna del psicotécnico... Por ejemplo, si tienes alucinaciones o ves cosas. Y hay gente que puede ver cosas y otros que no. Depende del momento de ánimo de cada uno", responde poco tranquilizador. O como Pascual Pérez, de 32, técnico frigorista y portero sin vocación: "Lo mío es pluriempleo. La noche me gusta para divertirme. Prefiero estar del otro lado de la cola".

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 24 de diciembre de 2009