La temporada cinematográfica acaba con regusto a cataclismo en el cine español cuando precisamente se han obtenido en taquilla éxitos no conocidos desde hacía tiempo. Ha habido películas para gustos variopintos, desde las de Almodóvar, Coixet y Ágora, seleccionadas las tres por el festival de Cannes, hasta las petardas mentiras gordas y los jóvenes descerebrados en fuga; la enorme Celda 211; los dibujos animados de Planeta 51; Yo, también, las arriesgadas propuestas de Isaki Lacuesta y Javier Rebollo, pasando por los Tres días con la familia de la muy joven Mar Coll, o el terror reciclado de Rec 2... El nuevo año, siempre amenazando a la vez con tormentas y sequía, arrancará con la descarnada y polémica El cónsul de Sodoma, de Sigfrid Monleón, junto a Nacidas para sufrir, de Miguel Albaladejo, única película española seleccionada hasta el momento para el próximo festival de Berlín, aunque no en sección oficial. En 2009, recuérdese, la ganadora fue precisamente una coproducción española, La teta asustada.
Y se acercan los Goya de la Academia, cuya organización en esta convocatoria está levantando quejas entre algunos académicos: las películas han debido verse (mal) por Internet, y el sistema de votos por este sistema no ha funcionado debidamente. ¿Se hará realidad en sus premios el aserto del nuevo director general de que "el cine español tiene Ágoras y peliculitas", refiriéndose a las grandes producciones frente a las pelis de bajo presupuesto?
Hay corrillos en los que ya ha quedado acuñada como la frase del año. Bruselas, cineastas contra la Orden, los festivales... ¿Habrá protestas durante la ceremonia de los Goya que ventilen el enrarecido ambiente? Así, un buen año cinematográfico, en parte propiciado por la colaboración de las mismas televisiones que ahora se quejan, está acabando como el rosario de la aurora.
No hay quien lo entienda.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 31 de diciembre de 2009