Me lo acaba de descubrir mi mujer: 2010 es un año 10. Justo antes un amigo de derechas implacable me había baldado con todas las empresas que veía hundirse, con sus propios problemas para sobrevivir con unos ingresos reducidos a la cuarta parte y con sus muchos amigos arruinados. Todo dicho con ese retintín tan de derechas que da por supuesto que un Rajoy ganará y lo solucionará todo.
Es verdad, necesitamos un año 10 porque 2010 es el año en que hay que concretar bien Copenhague. En que, en plena crisis, deben tomar los gobiernos esos difíciles compromisos suficientes contra el CO2. En que los ciudadanos tenemos que empujarles exigiendo menos CO2 cueste lo que nos cueste a cada uno.
Los viejos valoramos y por eso narramos los años más duros de la guerra como aquellos años válidos por lo mucho que aguantamos para sobrevivir. Ojalá nuestos nietos recuerden el año 2010 como aquel año 10, maravilloso, en que hicimos, todo el mundo, las maravillas ecológicas que había que hacer.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 4 de enero de 2010