Cuando se equivocan los ingeniosos financieros y se les explota el globo de tanto hincharlo, lo tenemos que pagar los que no tenemos globo. De este modo, hasta dentro de, dicen, 10 años no se cerrarán las heridas de la estafa-debacle financiera de 2008. Y los que no tenemos globo que hinchar les debemos proporcionar los medios para poner en marcha otros globos.
Cuando se equivocan los especialistas en seguridad y dejan que un terrorista conocido llegue hasta casi realizar una acción de terror, los que no somos especialistas en seguridad, pero pagamos todos los impuestos que nos piden para proteger nuestra libertad, somos los que tenemos que modificar nuestras conductas, perdiendo más tiempo, libertad y, en consecuencia, dignidad humana en los aeropuertos. Cuando estos mismos especialistas deciden las medidas preventivas en función de sólo una parte de las acciones terroristas, los que viajamos con más frecuencia en metro y autobús que en avión somos los que más riesgos corremos.
Estoy convencido de que desde que se empezó hace años a avanzar hacia el siglo XXI, más nos vamos acercando al siglo XIX, o quizás más atrás, cuando no éramos ciudadanos sino súbditos. ¿Paciencia? Para qué. Con quién.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 7 de enero de 2010