Observando los datos de paro juvenil me he quedado helada. Más del 40 % de los jóvenes entre los 16 y los 25 años se encuentran en el paro. Es una cifra altísima. Posiblemente la más elevada comparando cualquier otro parámetro en España, y más aún si la comparación se hace con el resto de Europa. A esto hay que unir otros datos: la grandísima precariedad, la subcontratación, los bajísimos salarios. Con todo esto sólo es posible pensar que nos encontramos con la primera generación que en España se va a encontrar con unas condiciones laborales peores que las de sus padres, y no como algo pasajero vinculado a la crisis sino como una situación estructural que difícilmente podrá ser corregida.
Ante esto no me explico cómo el tema no está en la calle, cómo la sociedad no reacciona ante ello. Todos estamos implicados: como afectados, como padres, como familiares, como políticos, como sindicalistas... Pero lo cierto es que ante la situación de los jóvenes y el mundo del trabajo, de la vocación profesional, de las posibilidades de emancipación, de sus proyectos de familia, nadie parece tener nada que decir y mucho menos soluciones que plantear. Así, nos espera un negro futuro que no tendrá solución si no es plantando cara a este sistema económico de forma organizada y poniendo la prioridad en las personas y en nada más.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 23 de enero de 2010