Leo con interés el artículo de Monika Zgustova Un mundo de mujeres (EL PAÍS, 24 de enero), atraída por el titular que lo resume: la mujer ya no necesita muletas, el paternalismo de las cuotas le hace más daño que bien. No sé si la situación laboral de las mujeres avanza en todos los lugares de acuerdo con esa suave, imparable línea ascendente que describe la autora. Tal vez sea así en las sociedades occidentales, pero hay que distinguir en esta evolución lugares y contextos. En el resto del mundo, y en muchos sectores sociales y laborales de Occidente, todavía hacen falta muletas.
En lo que estoy plenamente de acuerdo con ella es en que, en algunas profesiones, la discriminación positiva hace mucho daño a las mujeres. Ocurre así, por ejemplo, en la Universidad. En las convocatorias de proyectos de investigación del Ministerio de Ciencia e Innovación figura una difusa cláusula que dice: "Las comisiones de evaluación valorarán positivamente la participación de mujeres en los equipos de investigación". Las investigadoras no necesitamos ese trato de favor. Esperamos, simplemente, que nuestros proyectos se evalúen atendiendo a criterios de calidad. Y, de hecho, tengo la impresión de que las Comisiones de Evaluación no atienden al criterio del sexo cuando toman sus decisiones.
Algunas universidades españolas, por otra parte, establecen que las comisiones para resolver concursos deben ser paritarias, de modo que ahora las mujeres ya no estamos seguras de si se nos convoca a esas comisiones por ser personas cualificadas o por cumplir la cuota. ¿Se espera de nosotras que, como la editora alemana de Zgustova, elijamos sólo a mujeres con el fin de hacer de la Universidad un paraíso "amistoso y relajado, sin rivalidades y luchas de poder"? Y cuando una de nosotras gane uno de estos concursos, ¿estará segura ella, y sus colegas masculinos, de que lo ha conseguido por méritos propios?
La discriminación positiva es una trampa. Un instrumento que, aunque es bienintencionado, nos hace mucho más daño que bien.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 28 de enero de 2010