Leo estos días el debate, ya cansino, acerca de los cánones cobrados por la SGAE. Se argumenta de todo, unos con mayor lucidez o gracia que otros. Y yo, ignorante de los negocios, con mi sentido común como única herramienta, me pregunto: ¿Por qué a los autores no les paga una cantidad -mayor o menor en función del negocio que suponga o presuponga- la editorial o productora y zanjado el contrato? A partir de ahí, los propietarios de la obra la venderán y distribuirán de la forma que mejor les parezca y en función de ello obtendrán los beneficios pertinentes. El autor habrá cobrado por su trabajo independientemente de quien lo disfrute. ¿No será a estas empresas a las que tienen que reclamar los beneficios, en vez de al público que no interviene en las condiciones del contrato y que simplemente se limita a gozar, o no, de un producto que está a su alcance?
Por cierto, y en relación con el artículo de Rodríguez Ibarra, ¿los escultores y pintores no cobran una única vez por su obra.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 29 de enero de 2010