Si tu padre es Vito Corleone, la vida te empujará a ver el mundo con las gafas de mafioso. Al menos en el cine, los hijos luchan por salir de la alargada sombra paternal, que tiende a asfixiarles, a oscurecer su propia voz. Pero, ¿y en la vida real? ¿Qué ocurre si tu padre es un sátrapa, un líder mundial, un escritor atormentado? ¿Y si es un rey del crimen, el jefe del cartel de Medellín, el odiado Pablo Escobar? Hasta los monstruos tienen hijos y en este caso se llama Sebastián Marroquín, un hombre que, huyendo de su pasado, cambió de nombre y de nacionalidad, mudándose a Argentina. Sin embargo, en su interior quedó un resquemor, provocado por el daño que hizo su progenitor. En Pecados de mi padre, documental de Nicolás Entel, Marroquín tiene al fin la posibilidad de reunirse con algunas de las víctimas de la carrera criminal de Escobar. Una intención que siempre tuvo, pero que sólo el cine le ha dado la oportunidad de realizar. La viuda del narcotraficante y su hijo pusieron a disposición del director el archivo familiar, con lo que Pecados de mi padre -que se proyecta en el ciclo El documental del mes, en los Cines Verdi (Bravo Murillo, 28), el jueves a las 22.30- deviene en una mezcla de voces actuales y ecos del pasado, un pasado repleto de lujo y muerte.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 31 de enero de 2010