Es comprensible y humano que la mayoría de los delincuentes (supuestos o probados, aunque los verdaderamente grandes en profesión tan lucrativa es muy raro que pisen la cárcel) escondan su rostro o traten de enmascararlo cuando las cámaras registran su detención. Imagino que es un gesto instintivo. Por vergüenza, por atenuar la humillación, por salvar la antigua apariencia ante la mirada pública, por el fracaso que implica no haber ganado la partida con la ley y perder la libertad. También puedes entender que los más curtidos y los que ya no tienen nada que perder exhiban gesto de indiferencia o incluso de arrogancia.
Por ello, flipo cuando en el telediario veo a un etarra al que acaban de trincar en un caserío que con los ojos inyectados, expresión anfetamínica y actitud de homínido saca la lengua y la agita espasmódicamente mirando de frente a las cámaras. Te cuesta aceptar que un profesional del crimen exhiba los modales de un compadecible paciente del frenopático. Quieres pensar que matar fríamente a desconocidos en nombre de la oprimida patria exige cierto control mental, pavoroso temple. Pero viendo a este modelo histérico o a otro indescriptible colega suyo llamado Iñaki Bilbao, un concienciado psicópata de serie Z, que cuando le estaban juzgando simulaba que tenía una pistola en la mano y le volaba los sesos a los jueces, al tiempo que rugía llamando fascistas a sus guardianes y a sus acusadores, deduces que el sagrado movimiento de liberación nacional debe nutrirse exclusivamente de descerebrados.
Cuentan que entre las posesiones del último comando capturado había una bolsa de maría y cuarenta papelas de farlopa. Si esas sustancias eran para consumo propio resultan excesivas. No es aconsejable ir tan ciego si dedicas tu heroica existencia a planear asesinatos. Si utilizaban ese material para el trapicheo, resultan unos camellos muy cutres. En otro tiempo, creo recordar que ETA, tan pendiente ella de que las drogas no adormecieran el espíritu patriótico de la juventud, le declaró la guerra a los traficantes, aspirando a que eso les otorgara prestigio justiciero entre la opinión pública. Ya, ni eso. Qué ruina debe de estar sufriendo la pobre ETA. Debería suicidarse.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 31 de enero de 2010