"A la puerta de un ciego / cantaba un cojo / si me das una pierna / te doy un ojo". A los protagonistas de La charca inútil, como a los de estas seguidillas, les falta alguien para estar completos: sufrieron una amputación afectiva y tienen el síndrome del miembro fantasma. Sienten a los ausentes a su lado. A través del amor inconfesado entre Óscar, profesor apaleado por un alumno, e Irene, madre sumida en la melancolía, David Desola (Barcelona, 1971) habla de la continuidad de la presencia de los seres queridos después de muertos y, como segundo tema, de la ruptura actual en la cadena de transmisión del conocimiento humanístico. El arrinconamiento de Óscar simboliza el de los valores regeneracionistas que encarnan él y su machadiano maestro Hierofante: cojo, deprimido, incapaz de volver al colegio y condenado a dar clases particulares a un niño inexistente, parece el último mohicano de la tradición ilustrada.
LA CHARCA INÚTIL
Autor: David Desola. Intérpretes: A. Fernández, S. Almarcha y M. Palenzuela. Escenografía: Ikerne Jiménez. Dirección: Roberto Cerdá. Teatro Español, sala pequeña. Hasta el 28 de febrero.
Adolfo Fernández lo interpreta con precisa economía gestual. La Irene de Sonia Almarcha transmite melancólica languidez alucinada y Miguel Palenzuela imprime solera y socarronería al peripatético Hierofante. Roberto Cerdá los dirige con guante de seda.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 4 de febrero de 2010