Se acaba de cumplir un año desde que estalló el caso Gürtel y, lejos de lo que previó el PP, la justicia mantiene vivo este escándalo de corrupción que afecta a destacados dirigentes nacionales, como el ex tesorero Luis Bárcenas, además de altos cargos en Madrid y Valencia, incluyendo al presidente de la Generalitat, Francisco Camps. El Tribunal Superior de Justicia de Madrid tiene previsto entregar a las partes, en breve, la sección del sumario que todavía permanece secreta, lo que podría deparar nuevas y desagradables sorpresas para el PP. Además, el caso tropezó hace apenas unos días con nuevas dificultades en el Tribunal de Cuentas, al impedir los populares que se fiscalizasen los contratos realizados por Francisco Correa, el cabecilla de la trama.
El argumento esgrimido por el PP demuestra hasta qué punto está dispuesto a una defensa desentendida de las más elementales formas democráticas siempre que favorezca sus intereses electorales, por encima del esclarecimiento de la verdad. El PP aseguró que el Tribunal de Cuentas no debía entrar en un asunto que ya había sido debatido en la Asamblea de Madrid. Por debatido el PP entiende el remedo de comisión de investigación que puso en marcha en la Cámara regional, que no pasó de simple burla a las instituciones y los ciudadanos.
El insólito desparpajo con el que los dirigentes populares están tratando de eludir sus responsabilidades, que son penales en unos casos y políticas en todos, alcanza, incluso, al pago de la defensa de imputados relevantes, como Luis Bárcenas. Lejos de aplicarle algún código ético de los aprobados por el PP, ya fuera el que existía al estallar el escándalo o el aprobado recientemente para dar la impresión de que tomaba la iniciativa frente a la corrupción, y que hubieran llevado a poner fin a la militancia de Bárcenas, el PP sigue dispensándole un trato de favor, que no hace más que acentuar la sospecha de que la dirección nacional no puede dejar caer a su tesorero sin correr riesgos. Qué tipo de riesgos, y por qué motivos es lo que acabará por esclarecer la justicia.
El favor del que empieza a gozar el PP en las encuestas puede llevarle a creer que la mejor estrategia es seguir como hasta ahora, trampeando hasta que amaine la tormenta. Pero los problemas de corrupción no se resuelven solos, y su magnitud se multiplica al mismo ritmo que las argucias para eludir las responsabilidades.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 11 de febrero de 2010