Algo huele a podrido en la judicatura española: algunos intentan sentar en el banquillo a un juez que encarcela etarras, destapa tramas corruptas, dignifica a los demócratas españoles caídos por su patria y lucha por la justicia universal.
Si uno de los pilares de la democracia es la convicción de que la ley garantiza nuestros derechos ciudadanos, yo, ahora, siento que los míos son pisoteados, humillados y puestos en entredicho. Los restos de mi honor maltrecho los dedicaré a reivindicar la figura del juez Garzón. Y espero que lo hagan también los ciudadanos de bien que quedan en España.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 15 de febrero de 2010