Si en este periódico hubieran aplicado el pasado lunes las leyes del Nuevo Publicismo, yo no hubiera invertido la mañana en rastrear el origen de los aditamentos peludos que lucía puestos la nueva estrella del colectivo Gent Uza Populete.
Doña Ro Salía, casi con seguridad esposa del posiblemente señor Bárcenas, inquietantemente ex tesorero del PP, que supuestamente metió mano en el botín; digo que doña Ro Salía de su casa de Madrid con una pasta encima, en materia de pieles, bolso y, presuntamente, botines. Todas las consejeras de estética con ética a las que acudí, como son de mi casta y condición, sólo supieron contarme lo que ya sabía: que el bolso era de Loewe, que tiene la delicadeza de grabar su logotipo en todas partes. Pero, ¿y el abrigo? ¿Y los conjeturalmente botines?
Si hubiéramos puesto las marcas en el pie de foto, nos habrían caído unos dinerillos por publicidad indirecta. Y si, encima, hubiéramos especificado qué pieles entibiaban a doña Ro cuando Salía, no me habría pasado yo horas visitando las webs de Elena Benarroch y de Nelsy Chelalá, ni las de los ecologistas. Las dos primeras parecen la pesadilla de un taxidermista y, en cuanto a las ecologistas, te pegan un susto de muerte, porque escribes piel de (y aquí, un montón de posibilidades para escoger víctima) y te sale un animalico desollado y sangrante.
Gracias a la ayuda de colegas de El País Semanal supe que el abrigo es de visón raseado según el método Benarroch. Por otra parte, un comunicante anónimo y lloroso me ha asegurado, entre aullidos, que el ribete de los botines, con sus bolas, le fue arrebatado a Azulina, hermosa zorra de cuatro patas que no merecía acabar sobre estas dos.
Un minuto de silencio por Azulina, mientras Populete se silencia por Gent Uza.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 18 de febrero de 2010