Los ciudadanos eligen a sus representantes, que a su vez eligen un gobierno. Éste elabora un programa de actuación y a partir de allí, la lógica indica que toda la estructura del Estado debería ponerse al servicio de este programa para sacarlo adelante. Si funciona, los votantes premiarán al Gobierno con la reelección; y si no funciona o los ciudadanos creen que puede mejorarse, habrá un cambio de gestores. Así funcionan muchas empresas y organizaciones que saben que es mejor un programa mejorable llevado a cabo con éxito que no hacer nada.
Sin embargo, ocurre lo contrario. El único objetivo de aquellos que no han participado en la elaboración del programa consiste en tratar por todos los medios de acabar con el Gobierno o, lo que todavía resulta más irónico, que éste cambie su política y lleve a cabo la que no salió elegida en las urnas. Si la oposición piensa que las medidas propuestas por el Gobierno no van a funcionar, nada les cuesta ayudar a aplicarlas (que no apoyarlas). Quizás piensen que su única razón de ser es gobernar y no que las cosas funcionen. Quizás hayan olvidado que están al servicio de los ciudadanos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 20 de febrero de 2010