Aún resuenan en mi cabeza las palabras del ministro Sebastián: "Temer la energía nuclear es como tener miedo a los eclipses de Luna o de Sol". Me ofendió que se me tache de supersticioso, a mí, que presumo de creer sólo en las cosas que cuando las sueltas se caen; como las 6.700 toneladas métricas de material radiactivo de alta actividad que no quiero de vecinas, pues tienen un alma letal.
Para empezar, el proceso de localización del ATC me parece completamente antidemocrático. ¿Cómo puede ser que un alcalde elegido por unas decenas de votos para gobernar los asuntos municipales durante cuatro años, tome una decisión que según el propio Ministerio de Industria afectaría a más de 70 pueblos con más de 7.000 habitantes durante al menos dos generaciones? ¿Es esto a lo que Enresa llama consenso social?
La responsabilidad de este despropósito recae, en primer lugar, en el Gobierno de España; seguido muy de cerca de los alcaldes que se acogen a tan injusto concurso. Estos días en Tierra de Campos se polemiza sobre qué postura tiene más apoyos. Hagamos las cosas bien, abramos un debate y convoquemos un referéndum. Es la única manera de salir de dudas.
Y por si fuera poco, Obama, en quien yo también había puesto alguna esperanza, se descuelga ahora con que quiere impulsar la energía nuclear en su país, donde ya tuvieron una experiencia nefasta que durante 30 años había servido de escarmiento. Ciertamente, el día se ha tornado noche de repente. Ojalá la Luna pase deprisa y el Sol vuelva a brillar en nuestra tierra.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 22 de febrero de 2010