Me gustaría pensar en el 8 de marzo como una fecha de celebración. Y tal vez un año lo sea, pero no éste. Tal vez un año podamos celebrar que ser mujer no supone tener menos oportunidades, y acordarnos de cuando sin más razón que el sexo con el que naces podías cobrar entre un 20% y un 30% menos. Tal vez un año no tengamos que poner el nombre de una mujer víctima mortal de violencia de género junto a cada semana. Tal vez otro año porque éste, con ya ocho muertes, no parece que vaya a ser.
Este año no, pero seguro que llegará uno en el que el 8 de marzo podremos celebrar que la igualdad de género es un hecho, y tal vez podamos mirar atrás y sentirnos orgullosos de ver que no fuimos espectadores de ese cambio, sino que fuimos, día a día, agentes impulsores del mismo. Y ese día a día, sí es ahora.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 8 de marzo de 2010