Aún recuerdo cuando en mayo de 1995 el poeta José Hierro se desplazó desde Madrid a San Pedro de Alcántara, un pueblo de la provincia de Málaga, en uno de cuyos institutos impartía yo clases entonces, a leer sus poemas a jóvenes estudiantes ávidos de escuchar su voz única e intensa. Es difícil olvidar la cadencia y la emoción con que leía sus versos, que siempre acompañaba de breves e iluminadoras explicaciones, en un salón de actos abarrotado de alumnos silenciosos y atentos.
Experiencias como ésa no podrán realizarse en adelante. Hasta ahora eran posibles gracias a programas como los Encuentros Literarios en Institutos de Enseñanza Secundaria y ¿Por qué leer a los clásicos?, promovidos por el Ministerio de Cultura desde hace más de 20 años. De forma abrupta han sido suprimidos, aun cuando ya había compromisos adquiridos en decenas de institutos de toda España, compromisos que hemos tenido que anular repentinamente.
Dichos programas, que formaban parte del Plan de Fomento de la Lectura y eran gestionados por la Dirección General del Libro, han permitido la presencia en los institutos de Secundaria de numerosos autores que han podido conversar con los alumnos de un modo vivo e intenso. Ese modo de promover la lectura literaria entre lectores adolescentes, que no siempre pueden desplazarse a otros foros para escuchar un poema en boca de su autor, cómo se gestó una novela o qué hay detrás de un personaje, se ha acabado, lo que no impide que se sigan pronunciando grandilocuentes discursos a favor de la lectura.
Resulta incongruente y lamentable que sea en este tipo de proyectos donde se meta la tijera para salvar las cuentas del Estado.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 9 de marzo de 2010