Quiero dejar aquí mi testimonio de inmensa gratitud a Miguel Delibes, al hombre que desde crío me embarcó en la lectura cuando descubrí El camino. Después ya no me perdí ninguno de sus libros. Son muchos los autores que me han emocionado al cabo de cuarenta y tantos años de impenitente lector, pero nadie como él, con sus historias tan cercanas, tan humanas, tan sinceras, tan releídas; porque siempre encontraba algo que me volteaba el alma con ese derroche de sensibilidad que él ponía en todo cuanto escribía.
Gracias, desconocido amigo de las letras, por tu talento y sobre todo por tu ejemplo de hombre digno y bueno en el mejor sentido de esa palabra al que se refería Antonio Machado.- Enrique Martín Zurdo. Madrid.
Dice Javier Marías "que sentir admiración es un privilegio que se convierte en desastre cuando mueren aquellos a los que admirábamos". Esto es lo que me acaba de pasar con Miguel Delibes, que siento su pérdida como si fuera alguien que ha formado parte de mi vida.
Los que crecimos en un pueblo de Castilla, en sus libros volvemos a recuperar nuestra infancia, nuestra juventud, nuestra memoria. Nos sentimos unidos a sus palabras, encontramos parte de algo que ya perdimos.
En la sencillez de su prosa, de su vida, en sus personajes encontramos la autenticidad del ser, el carácter castellano frente al mundo materializado de nuestro tiempo, frente al olvido del hombre y de la naturaleza, frente a un mundo que agoniza.
Ha muerto un gran escritor, pero sobre todo un grandísimo hombre.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 15 de marzo de 2010