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Crítica:

'Pulp Jaffa'

El crítico puede, en el mejor de los casos, ejercer una función de esclarecedora mediación entre una película y su público. Por lo general, no suele enfrentarse a la película a pecho descubierto: la nota de prensa ejerce, a su vez, un papel mediador entre el analista y su objeto. Sería deseable que esa mediación fuese, también, esclarecedora, pero, a menudo, no cumple un papel inocente.

En la nota de prensa facilitada ante el estreno de Ajami -candidata al Oscar a la mejor película de habla no inglesa, finalista israelí firmada por dos directores, uno de ellos musulmán (Scandar Copti), otro judío (Yaron Shani)- se puede leer lo siguiente: "[La película] nos desafía a abrir los ojos. Pero el incesante derrame de sangre, pausado solamente por momentos de amor y lealtad a la familia y amigos, nos muestra sin duda que los ciudadanos judíos de Israel habitan una jungla infestada por árabes sanguinarios, incivilizados, que viven dentro y fuera de sus fronteras... exactamente lo que los propagandistas israelís alegan. Si Israel quiere seguir existiendo, este minúsculo bastión de civilización deberá mantenerse militarizado y alerta" (sic).

AJAMI

Dirección: Scandar Copti, Yaron Shani.

Intérpretes: Shahir Kabaha, Ibrahim frege, Fouad Habash, Youseff Sahwani, Ranin Karim.

Género: drama. Israel, 2009.

Duración: 120 minutos.

Al lector que comparta con este crítico idéntico pasmo ante estas palabras quizá ya no le queden ganas de saber que la película describe su microcosmos -el tejido de violencia, rencores, malentendidos y prejuicios de la zona ocupada, pero, sobre todo, su economía subterránea- con un margen de ambigüedad que, por fortuna, va más allá de lo propagandístico. Copti y Shani parten de estrategias neorrealistas -el empleo de actores no profesionales sobre el terreno- para acabar construyendo un laberinto narrativo y acronológico pos Pulp fiction (1994) que desvirtúa algunas de sus mejores cargas de profundidad -los vínculos entre dinero y fe por la vía de la gestión casi mafiosa- por su empeño en atar sus cabos sueltos.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 26 de marzo de 2010