Se queja Rosa Díez de que, con el actual sistema electoral, un voto del PNV vale seis veces más que el suyo. En mi caso un voto de otras islas puede llegar a valer 10 y 15 veces más que el mío. Eso, unido a otras peculiaridades de difícil comprensión, conduce en Canarias siempre al mismo resultado: una coalición de partidos insularistas que se vende en cada elección al mejor postor, perpetuado en el poder gracias a la ausencia de ideología, y sin posibilidades reales de que esta situación pueda cambiar.
Sin embargo, en mi opinión, la solución no reside en revisar cifras y porcentajes, sino en abordar una reforma muy profunda que favorezca que los políticos electos representen a los ciudadanos que les votaron, y no en exclusiva a los partidos que los presentaron, algunos de los cuales con demasiada frecuencia obstaculizan e incluso amparan comportamientos deshonestos. Quizás esto reduciría la progresiva desafección y desgaste que vivimos. Ya sé que parece un imposible pero, como dijo una persona muy querida que ya no está, siempre es posible intentar lo imposible.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 2 de abril de 2010