El pasado 25 de marzo, el rey Juan Carlos I apoyó públicamente la fiesta de los toros en la entrega de Trofeos Taurinos 2009, reavivando así el polémico debate sobre las corridas.
Y es que yo todavía me asombro al escuchar la definición "Fiesta Nacional" referida a una actividad cruel y en contra de los derechos de los animales que, además, es rechazada por el 68,8% de los españoles, según la reciente encuesta Gallup.
No obstante, parece que los Gobiernos de algunas comunidades autónomas todavía no se han enterado de que sus conciudadanos, a los cuales supuestamente representan, desean acabar de una vez por todas con la eterna lacra del toreo, y no convertir en Bien de Interés Cultural una "tradición" -como también lo podría ser la esclavitud- basada en la muerte lenta, dolorosa y asfixiante de un animal indefenso y asustado.
Pero sin duda lo más triste es que aún siga habiendo quien otorgue el calificativo de "arte", como proceso de creación, que da vida, a una fiesta que sólo sabe quitarla.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 5 de abril de 2010