Cuesta arriba o cuesta abajo, el ciclista mide, calcula, examina y decide. En la etapa reina y en la etapa de trámite. Ayer tocaba cuesta arriba, con siete puertos más incómodos que duros, que atesoraban la posibilidad de ganar la etapa reina, de una parte, y de jerarquizar, cuando no decidir, la carrera antes del sábado. Samuel Sánchez y Alejandro Valverde midieron, calcularon, examinaron y decidieron, como si de unos Juegos Olímpicos de las matemáticas se tratara para conseguir cada cual sus objetivos.
Descuéntese los 159 kilómetros antes de la subida a Arrate cuando en el ascenso fueron cazados los cinco secundarios de la ruta que habían animado los informativos y acelerado un poco el pelotón. Ahí empezó toda la matemática: atacó Andy Schleck, el último de los escogidos (a 3s. del líder) y el pequeño pelotón se hizo pedacicos, antes de que lo rematara Gesink, el longilíneo escalador del Rabobank, que acabó por efectuar la selección de sabores y sudores. Ahí ya quedaron los que tenían que quedar. Luego, cada cual sacó su calculadora. Se fue el estadounidense Horner, un aspirante al triunfo, y tiró Gesink, a sabiendas de que empezaba la partida de póker. Y se quedó Samuel Sánchez, como haciendo que no llevaba carta para la partida. Valverde no miraba a nadie. Y Samuel tuvo que sacar sus ases para enganchar con los mejores e irse a por Horner que le amenazaba la etapa, su único objetivo. Valverde se fue a por Horner y por ello cazó a Samuel. Cazados el león y el ratón, dejó escapar al más pequeño (Samuel estaba a 1.40 en la general) que, poderoso, se plantó en la meta en un suspiro. Valverde tiró de guión y aguantó al resto en espera de la contrarreloj final antes de la etapa de hoy con otros seis puertos singulares. Valverde, que supera en un segundo a Horner y Gesink, se la juega a partir de hoy.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 9 de abril de 2010