Jean Boiteux, que murió el 11 de abril a los 76 años en Burdeos al caerse de un árbol al que le estaba cortando una rama, era sobre todo una fotografía, una imagen de Helsinki en 1952 y de la que él, precisamente, no era el protagonista, pese a que acababa de proclamarse campeón olímpico de 400 metros libres.
Le robaba el plano su padre, un empapado señor llamado Gaston que, vestido con camisa blanca, corbata y boina, se había lanzado a la pileta para abrazar a su hijo antes incluso de que terminaran la prueba todos los nadadores. La escena en la que Gaston y Jean se abrazan y lloran, y la foto en la que el joven ayuda a su padre a salir del agua simbolizaron como ninguna otra el sentido humano y sentimental de los Juegos Olímpicos de antaño, los de antes del profesionalismo y la supercomercialización.
Jean Boiteux, que tenía entonces 19 años, se había convertido con su victoria en el primer francés campeón olímpico en natación. Sólo en Atenas 2004, Laure Manaudou, y en Pekín 2008, Alain Bernard, otros franceses han podido imitar a Boiteux, que con su victoria en Helsinki estableció además un nuevo récord olímpico, con 4m 30,07s.
Nacido en Marsella en 1933, su padre era nadador de larga distancia, especializado en travesías marinas, y su madre, Bibienne Pellegry, nadadora que formó parte de los equipos de relevos franceses en los Juegos de 1924 y 1928. En el jardín de su casa en La Ciotat, la pareja construyó una piscina de 25 metros y tres calles en la que sus cuatro hijos aprendieron a nadar a los tres años, y la familia completa se pasaba el día jugando al waterpolo. Terminada la guerra, a los 14 años, su familia envió a Jean Boiteux para que pudiera entrenarse a las órdenes de Alban Minville.
Boiteux se retiró después de los Juegos de Melbourne 56, donde quedó sexto en la final de 1.500 metros, y se estableció en Burdeos, donde se convirtió en entrenador y asesor técnico y presidió durante años el club de natación Girondins.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 15 de abril de 2010