Con la de eventos consuetudinarios que acontecen en la vida, resulta que me paso la noche soñando con que un juez me persigue, un político me vilipendia y Leo Messi me regatea, no una sino tres veces, antes de tirar el balón fuera porque lo sencillo no le excita. La verdad sea dicha: me cagué en Freud mil veces y en mí, una. Comencé a buscar culpables, que es lo que hacemos los humanos en vez de buscar soluciones o reparaciones. Pensé que si la propuesta de los socios del Athletic sobre los fichajes de la diáspora (que es un genérico de lo argentino o lo mexicano o lo brasileño), hubiera sido aprobada quizás Leo Messi estaría regateado en San Mamés de rojiblanco y yo hubiera soñado con él, pero de otra manera, es decir, sin ganas de despertar. ¡Qué remates, los míos, a los pies de la cama!, ¡la sobrecama por los aires!, ¡los almohadones en la lámpara! (¡coño, que no amanece!). Él regatea y yo remato, y de paso celebro el gol como si fuera mío, que es lo que hacen todos los malos futbolistas cuando el bueno les deja el morlaco en la raya de gol.
Y pensé que si no había hecho nada malo, nada tenía que temer del poder judicial, por más que cada vez se parezca más a un poder (tal como lo entienden los ciudadanos) y menos a lo judicial (tal como lo entendemos las gentes de la calle, los justiciables, vamos). Y me vino a la cabeza la Falange, partido cuya legalidad aún no me entra en la cabeza, y Freud no acaba de explicármelo de forma convincente. Y un político, pónganle ustedes nombre, dice que apoyar la actuación de un juez procesado a instancias de la Falange es inconstitucional. Y un tal Gürtell me dice, en sueños, que es un escritor sueco de éxito cuyo único delito es escribir novelas friquis de terror.
Vueltas y más vueltas en la cama, como un Messi del somier y del colchón, regateando fantasmas y amargando la noche no al mejor defensa central del mundo, sino a mi mujer, que paga mis somnolencias con la misma caridad que yo escucho su radio oyendo miserias ajenas que a ella le encantan como a mí me atormentan las mías.
Y Freud durmiendo el sueño de los justos y los jueces apelando a los medios extranjeros para resarcirse de la indignación de muchos ante la judicialización política que los ha convertido en el primer poder del Estado de derecho. Los jueces recurriendo a la prensa extranjera como la oposición recurre a los gurús informativos mundiales o a las universidades catódicas para expandir la mala situación española.
Así no hay Dios que duerma. Entonces me aferro a Messi, y regateo y regateo y regateo, con la zurda (su pierna buena), con el pecho, con la mirada, y me viene a la cabeza Miguel Hernández y con sus nanas de la cebolla lloro de alegría. Y duermo. Y vivo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 16 de abril de 2010