En el variado muestrario de las disculpas futboleras triunfa la que explica la cuesta abajo del Deportivo por la descompresión tras alcanzar el objetivo de la permanencia, pero a estas alturas tiene toda la pinta de que el bajón del equipo, el peor de la segunda vuelta, guarda más relación con la incapacidad que con la voluntad. Hoy por hoy, sin Lopo, Guardado, Lassad o Filipe, y quién sabe si incluso con todos ellos, al Deportivo apenas le alcanza para competir con la clase media de la Primera División más mediocre de los últimos años. La grada lo percibe y, a pesar de que siempre ha sido generosa en la deriva de su equipo, ayer sintió con dolor como el cero a cero era lo mejor que le podía pasar.
DEPORTIVO 0 - ALMERÍA 0
Deportivo: Aranzubia; Laure, Colotto, Lopo, Raúl; Sergio (Valerón, m. 66), Antonio Tomás; Juan Rodríguez, Pablo Álvarez, Guardado (Iván Pérez, m. 14); y Riki (Adrián, m. 75). No utilizados: Manu; Adrián López, Rochela y Seoane.
Almería: Diego Alves; J. M. Ortiz, Pellerano (Domingo Cisma, m. 67), Acasiete, Guilherme; Mbami, Bernardello; Crusat, Soriano, Piatti (Nieto, m. 64); y Kalu Uche. No utilizados: Esteban; Vargas, Corona, Míchel y David Rodríguez.
Árbitro: Iturralde González. Amonestó (ya lleva 1.368 tarjetas amarillas, el récord entre los colegiados, desde que debutó, en 1995) a Antonio Tomás, Colotto, Crusat y Mbami.
Unos 15.000 espectadores en Riazor.
Al poco de empezar, Guardado se llevó la mano a la pierna y ya se sabe que a dos meses del Mundial cualquier achaque se convierte en alarma. Lotina, que ya había tenido que recurrir al filial para completar la convocatoria, decidió que ni así había espacio en el once para Valerón. Con el equipo entre alfileres prefiere jugar con un mediapunta postizo, un tipo que encime al rival en la salida de la pelota y ayude a restar. Se decantó por Pablo Álvarez, un jugador de banda, un regateador, nunca un pasador. Apurado por llegar a los cuarenta puntos en los que cifra la permanencia, al Almería le faltó pegada para certificar en el área sus buenas intenciones. Tuvo la pelota y dominó los espacios, pero cuando no murió en la frontal lo hizo en Kalu Uche, nefasto en la definición, o en Aranzubía, que sacó una mano imposible, otra más, a testarazo de Piatti. "Nos faltó sangre", lamentó Lillo. Todo se aprieta por abajo así que tendrá que recurrir a una transfusión. No tiene ese problema el Deportivo. Esa es su gran suerte y también su propio mérito.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 19 de abril de 2010