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VALENTÍN SAN JUAN | El acoso al juez Garzón

"Vivos o muertos, a nuestro lado"

Raquel Escudero sujetaba con firmeza una pancarta con tres retratos de época. En medio, las huellas de una mano con sangre. Es así como lo siente: lo único que le queda de su abuelo y dos tíos es un rastro que no le lleva a ninguna parte.

A Valentín San Juan y a su hermano fueron a buscarlos a la estación de trenes donde trabajaban. Septiembre del 36. Se sabe que estuvieron un tiempo en el calabozo. Después, nada. Silencio. "Estamos aquí por la familia", gritaba entre el gentío para hacerse oír. "No queremos nada excepcional. Sólo que los nuestros, los vivos y los muertos, estén con nosotros. ¿Es mucho pedir?". Ella tiene claro que Garzón no merece ser juzgado por intentar esclarecer los crímenes del franquismo. "Será al revés", puntualiza.

Al tío Luis lo mandaron a la cárcel de Burgos. Cuando la familia fue a llevarle comida, un funcionario les comunicó que le habían dejado en libertad. Les enseñaron un documento firmado. Nunca más se supo de él.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 25 de abril de 2010