En 2004 cuando asumió el Gobierno griego el señor Karamanlis, y para demostrar la honradez de su Ejecutivo, denunció ante la Comisión Europea que el Gobierno anterior había falseado los datos de la economía para así poder entrar en el euro, pero como no hubo ninguna sanción, se siguió falseando datos y estadísticas.
Comisarios e inspectores económicos de la Unión Europea e inspectores del Banco Central Europeo no hicieron nada y dejaron que la deuda griega alcanzara límites insostenibles. Hoy, después de los datos que salieron a la luz, resulta que los que tenían la obligación y el deber de denunciar y castigar estas actitudes, puesto que fueron nombrados para esta labor, no hicieron absolutamente nada.
Pero una vez más, los que tienen que pagar los platos rotos son los trabajadores y los jubilados y las tres inocentes víctimas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 11 de mayo de 2010