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CARTAS AL DIRECTOR

La Bolsa

Que la Bolsa española tuviese el pasado lunes la mayor subida de su historia no me parece una buena noticia. ¡Tengo miedo! Al enterarme un escalofrío recorrió mi cuerpo y no pude evitar que saliera a flote mi mente de licenciada en Económicas para analizar lo ocurrido.

Estudié hace años que la Bolsa era un recurso del que disponían los ciudadanos para ver multiplicados sus ingresos. Eso sí, necesitabas tener unos conocimientos básicos para operar en ella y confiar en sus apuestas, como en las carreras de caballos. Pero había reglas que todos conocían y respetaban, lo que proporcionaba al juego una tácita seguridad que reconfortaba bastante a los pequeños inversores que depositaban unos ahorrillos en esa virtual institución.

El lunes me di cuenta de que toda esa tranquilidad pactada había sido fulminada por los presuntos ataques de los especuladores profesionales y digo presuntos porque, al igual que a los delincuentes no se les puede llamar así hasta que un juez lo dictamine, a los especuladores tampoco se les puede acusar sin pruebas. Ya no se puede confiar. ¿Quién se atreve a meter en Bolsa lo que tiene debajo del colchón.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 13 de mayo de 2010